Temporada atlántica de huracanes: por qué la calma reciente no implica seguridad

septiembre 10, 2025

Temporada atlántica de huracanes: por qué la calma reciente no implica seguridad

Resumen del estado actual

El 10 de septiembre marca el pico climatológico de la temporada atlántica de huracanes, pero los datos de 2025 muestran una actividad globalmente más baja de lo esperado hasta esta fecha. Según el Proyecto de Meteorología Tropical de la Universidad Estatal de Colorado (CSU), la energía ciclónica acumulada (ACE) esperada a estas alturas era de 55,8, mientras que la observada es 39, es decir, un 30,1% menor que la climatología. Además, la mayor parte de la energía registrada este año procede de un único sistema, el huracán Erin, cuya ACE fue 32,2, lo que equivale aproximadamente al 82,6% del total de la temporada hasta ahora.

El National Hurricane Center (NHC) recuerda que alrededor del 60% de la actividad de la temporada se produce después del 10 de septiembre, por lo que todavía queda la parte más activa del ciclo meteorológico.

Contexto científico y por qué importa

La métrica ACE (Accumulated Cyclone Energy) es una medida estándar utilizada por agencias como NOAA y grupos académicos para cuantificar la energía total liberada por ciclones tropicales durante su vida. ACE combina la intensidad y la duración de las tormentas, y es útil para comparar temporadas entre sí sin limitarse únicamente al conteo de nombres.

Históricamente, la temporada atlántica tiene su pico en septiembre, con una ventana especialmente activa entre mediados de agosto y mediados de octubre. Sin embargo, la distribución en el tiempo puede variar: temporadas muy activas (por ejemplo, 2005 o 2017) concentraron numerosos eventos intensos que causaron impactos severos, mientras que otras temporadas han sido moderadas o relativamente tranquilas. La calma relativa observada en 2025 no descarta la aparición de tormentas fuertes en las semanas restantes.

Factores que han frenado la actividad hasta ahora

Los investigadores de la CSU y los pronosticadores del NHC señalan tres factores principales que explican la actividad más débil de lo previsto:

  • Un Atlántico «seco y estable»: capas atmosféricas más secas inhiben la convección profunda necesaria para el desarrollo de ciclones.
  • Un canal en la troposfera alta que ha aumentado la cizalladura vertical del viento: la cizalladura dificulta la organización de los sistemas tropicales y frena la intensificación.
  • Movimiento descendente sobre África occidental: la subsidencia reduce las precipitaciones sobre la región africana donde nacen muchas ondas tropicales que pueden convertirse en ciclones atlánticos, afectando la fuente de perturbaciones iniciales.

Además, aunque las temperaturas del mar en el Atlántico seguían siendo elevadas, no alcanzaron los picos extremos vistos en años recientes y la fase de El Niño/La Niña se ha mostrado inestable, lo que introdujo un componente de incertidumbre adicional en las condiciones de gran escala.

Análisis para profesionales: implicaciones para pronosticadores y gestores de emergencia

Para meteorólogos operativos y gestores de riesgo, la situación plantea varios retos y recomendaciones técnicas:

  • Controlar la señal de cizalladura y humedad en capas medias en tiempo real. Un descenso abrupto de la cizalladura o la llegada de aire más húmedo puede alterar rápidamente el potencial ciclónico.
  • Seguir de cerca las ondas africanas (African easterly waves) y su índice de convección. La reducción de lluvia en África occidental puede reducir la frecuencia e intensidad de estas ondas, pero cambios en la MJO (Madden–Julian Oscillation) podrían compensar parcialmente ese déficit.
  • Usar enfoques probabilísticos y conjuntos de modelos. La parte tardía de la temporada tiende a mostrar mayor variabilidad en los pronósticos; los conjuntos permiten estimar mejor la cola de riesgo (eventos de baja probabilidad pero alto impacto).
  • Mantener y priorizar recursos de reconocimiento (vuelos de la NOAA, satélites, radares costeros) en la porción occidental del Atlántico y el Caribe, zonas tradicionalmente más vulnerables durante la segunda mitad de la temporada.
  • Integrar nuevas técnicas de modelado (incluyendo modelos de aprendizaje automático) en los flujos operativos para mejorar predicciones de intensificación rápida y seguimiento de vientos máximos.

En la práctica, esto implica ajustes operativos concretos: escalonar guardias de análisis durante las dos próximas semanas, aumentar el intercambio de datos entre centros nacionales y regionales, y preparar planes de despliegue logístico para respuestas rápidas si la actividad se incrementa.

Riesgos, implicaciones y recomendaciones para la población

Una temporada “tranquila” hasta mediados de septiembre puede generar una falsa sensación de seguridad. Los principales riesgos y recomendaciones son:

  • Riesgo de complacencia: la mayoría de la energía restante se concentra en la segunda mitad de la temporada, y un solo huracán puede cambiar sustancialmente la estadística del año.
  • Intensificación rápida: incluso en temporadas moderadas, las tormentas pueden intensificarse con rapidez si cambian condiciones locales (temperaturas superficiales, cizalladura, humedad).
  • Impacto localizado: la baja ACE total no evita que una tormenta impacte severamente a una región concreta (inundaciones, marejadas, vientos destructivos).

Recomendaciones prácticas:

  • Revisar planes de emergencia, rutas de evacuación y suministros básicos en zonas costeras y del Caribe.
  • Actualizar pólizas de seguro y documentación importante.
  • Seguir avisos oficiales del NHC, oficinas meteorológicas locales y autoridades de protección civil.
  • No basar decisiones en pronósticos a largo plazo; actuar cuando las alertas y las trayectorias previstas se materialicen.

Comparaciones históricas y perspectivas

En términos comparativos, temporadas como 2005 y 2017 son referencias de años extremadamente activos que produjeron múltiples huracanes devastadores. Por otro lado, ha habido años con actividad global moderada donde, sin embargo, un único evento concentró grandes daños. El patrón de 2025 —una ACE acumulada baja dominada por una única tormenta— recuerda que el total estacional no es sinónimo de ausencia de riesgo.

Las proyecciones de cierre de temporada muestran incertidumbre. La CSU mantiene una estimación de ACE final de 122,5 para el año; si los datos actuales (39) se interpretan bajo la regla de que el 60% de la actividad ocurre después del 10 de septiembre, el total final estimado podría situarse alrededor de 100. Ambas cifras ilustran que la temporada aún puede registrar actividad moderada o incluso intensa en sus semanas finales.

Conclusión

La temporada atlántica de 2025 ha sido, hasta el 10 de septiembre, más tranquila de lo esperado, con una ACE acumulada un 30% por debajo de la climatología. Sin embargo, la mayor parte de la temporada todavía está por delante y la estadística es dominada por el huracán Erin. Para profesionales, el mensaje es claro: mantener vigilancia operativa, priorizar recursos en la porción occidental del Atlántico y aplicar metodologías probabilísticas. Para la población, el mensaje es evitar la complacencia y revisar planes de preparación. Un año con baja ACE total puede seguir produciendo eventos de alto impacto local; la incertidumbre del clima tropical exige preparación y respuestas rápidas basadas en información actualizada.

Source: www.xataka.com